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Esporangios en el envés de una hoja de helecho |
Las plantas y los hongos han
desarrollado dispositivos ingeniosos para dispersar sus esporas. Uno de
ellos representa el mecanismo de catapulta de los esporangios de los
helechos, que permite lanzar las células reproductoras a unos 10 metros
por segundo. Los esporangios, las estructuras esféricas que contienen
las esporas y que ocupan el reverso de las hojas de los helechos, se
hallan rodeados por una hilera de una docena de células especializadas,
el anillo. Cuando estas células se deshidratan, provocan un cambio
drástico en la curvatura del esporangio, que libera su contenido de
forma brusca tras la cavitación de las células del anillo.
A diferencia de la estructura de
las catapultas humanas, el sistema de lanzado de las esporas del helecho
no tiene larguero que detenga el movimiento a mitad de camino. Ahora,
la investigación desvela por qué el helecho no lanza su munición
directamente al suelo, a pesar de la ausencia de elementos estructurales
que frenen el movimiento. El secreto está en la estructura espumosa de
las paredes celulares del anillo, que lleva a dos escalas de tiempo
diferentes.
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Detalle de los esporangios de Polystichum |
Al deshidratarse las células del
anillo, aumenta en ellas la tensión hídrica, lo que provoca un cambio
drástico en la curvatura del esporangio. El anillo se abre como un
acordeón y deja expuestas las esporas. Cuando la tensión hídrica alcanza
un valor crítico, se produce la cavitación en las células adyacentes,
lo que lleva al cierre parcial del anillo (de un 30 a 40 %) en unos 10
μs. Ello provoca la rápida liberación de la energía almacenada en el
anillo y a la expulsión de las esporas. A esta primera fase le sigue
otra más larga, de centenares de milisegundos, en que el anillo continúa
cerrándose (hasta el 85 %) a una velocidad mucho menor. En esta segunda
fase se produce la lenta disipación poroelástica de la energía
remanente en el anillo, como consecuencia del flujo de agua a través de
los pequeños poros de las paredes celulares.
La diferencia entre estas dos escalas
de tiempo provoca el frenazo brusco de la catapulta a mitad del
recorrido, lo que permite que las esporas se expulsen a una velocidad de
más de 10 metros por segundo.
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